El plástico es la mejor solución medioambiental para las bolsas de un solo uso

En 2011, la Ley 22/2011 de 28 de julio de Residuos y Suelos Contaminados establece un calendario para la sustitución progresiva de las bolsas de plástico de un solo uso no biodegradables hasta su total prohibición en 2018. A partir de ese momento, las empresas de distribución del sector de la alimentación empiezan a tomar medidas y prácticamente al unísono apuestan por cobrar este tipo de bolsas e introducen alternativas a éstas también previo pago. Entre estas alternativas, el plástico se ha posicionado como prácticamente la única opción, eso sí en otros tipos de formatos o material, bien bolsas reutilizables de plástico, bolsas reutilizables de rafia y las bolsas biodegradables.

Después de la campaña inicial sobre las bolsas de un solo uso se generó cierta confusión en los consumidores ya que se criminalizaba a los materiales plásticos como el causante del problema medioambiental. “Sin embargo, el concepto que se debe perseguir es el formato de bolsa y no el material. En este sentido el sector del plástico no sólo dispone de formatos compatibles con la legislación sino que además se ha demostrado que son los de menor impacto medioambiental, situación que las grandes cadenas de distribución conocen y que les ha motivado a seleccionarlos”, asegura Pedro Melgarejo, responsable de la línea de negocio de Envases y Embalaje del Instituto Tecnológico del Plástico (Aimplas).

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Un año después de la puesta en marcha de esta medida, el impacto en los consumidores y en los fabricantes de bolsas de un solo uso evidente: cada comprador utiliza una bolsa por cada 15 ó 20 euros de compra. Según Asucova, la reducción en el consumo de este tipo de bolsas ha sido del 80% de media, una cifra en la que coinciden los principales fabricantes, y que evidencia un uso más racional de las bolsas, pero al mismo tiempo un importante descenso en las ventas para éstos.

Hasta hace un año, España era el mayor productor de bolsas de un solo uso de la Unión Europea. Según datos facilitados por Anaip (Asociación Española de Industriales de Plásticos) un total de 350 empresas productoras componían el sector y daban empleo a 11.000 personas. Actualmente, las empresas que tenían mayor dependencia de las bolsas de un solo uso están buscando otras alternativas de negocio, aunque no todas se han podido abordar debido las inversiones necesarias para ello.

Fuera de España, la situación de las bolsas continúa siendo un motivo de discusión y debate en todo el mundo. En la Unión Europea se ha iniciado un proceso de reflexión sobre el consumo de bolsas de plástico de un solo uso y su impacto sobre el medio ambiente. Se van a analizar todas las opciones, incluso su posible prohibición en todos los países de la Unión Europea. Hasta el momento, cada país ha adoptado medidas diferentes que van desde el cobro de una tasa a los establecimientos que las distribuyan (como en el caso de Alemania, Irlanda, Israel o Reino Unido), hasta la prohibición total (en 2002 Bangladesh fue pionero y le siguieron Sudáfrica, la ciudad americana de San Francisco, China, México e Italia).

Plástico reutilizable: la mejor alternativa

El plástico es un material inerte, que no emite materias tóxicas y que es reciclable al 100%. En su uso en forma de bolsa de la compra es mucho más ligero que otros materiales como el papel y también más resistente al soportar 2.000 veces su propio peso, además de sus características de impermeabilidad. Según la Agencia del Medio Ambiente de Inglaterra y Gales la tradicional bolsa de plástico de un solo uso es la menos contaminante frente a las fabricadas con otros materiales. Así, la de algodón es la peor opción, ya que se debe reutilizar 131 veces para que su impacto sobre el calentamiento global sea inferior al de una bolsa de plástico no reutilizable. En el caso de las bolsas de rafia se deberían hacer al menos once usos, mientras las de papel tres veces (algo que en el sector de la alimentación resulta complicado teniendo en cuenta que suele haber productos húmedos que merman y limitan las propiedades del papel).

A pesar de estos estudios, España siguió adelante con la reducción y futura prohibición, lo que ha obligado al sector del plástico a reorientar su producción, destacando entre las opciones alternativas la bolsa de plástico reutilizable.

La bolsa de plástico tradicional reutilizable, está fabricada con polietileno como las de un solo uso, incluye en su composición al menos un 15% de material reciclado, emplea tintas no tóxicas, es 100% reciclable y en su elaboración se utiliza menos agua y se emite menos CO2 que para fabricar las tradicionales bolsas de un solo uso. Al ser una bolsa un 25% más grande (21 litros), con el doble de espesor que éstas y por lo tanto más resistente, se garantiza su reutilización al menos 15 veces. En última instancia, esta bolsa puede utilizarse para desechar la basura doméstica en el contenedor marrón/verde o los residuos de envase en el contenedor amarillo. Además, está amparada en una normativa que permite su certificación.

Con un uso adecuado por parte de los consumidores, las bolsas reutilizables son, en la actualidad, una solución medioambiental óptima. La mejor, según demuestran estudios de ciclo de vida realizados sobre diferentes tipos de bolsas que hay en el mercado, como por ejemplo el informe emitido por el prestigioso Grupo de Investigación en Gestión Ambiental (Giga) de la Universitat Pompeu Fabra. Este informe concluye que resulta más importante el número de veces que se reutilice la bolsa que el material con el que está confeccionada, y por eso la bolsa de polietileno reutilizada al menos 10 veces es la mejor opción si se compara con la bolsa de polietileno de un solo uso, con la de rafia, las de papel reciclado o las biodegradables.

Alternativas con barreras que superar

Además de las bolsas de plástico reutilizable existen otras opciones que han tenido y tienen barreras que superar pero que posicionan al plástico como alternativa válida de presente y de futuro.

Las bolsas de plástico biodegradable que sustituyen al plástico tradicional por productos naturales y renovables como la fécula de patata o el almidón de maíz, son una realidad que también encontramos en los supermercados, pero tienen un coste superior que dificulta su introducción de forma masiva. Además, la falta de información por parte de los consumidores puede ser un problema si son depositadas en el contenedor amarillo ya que dificultan el reciclado de ese contenedor.

Las bolsas fabricadas con plástico reciclado post-consumo son una alternativa que está regulada en países como Alemania, pero que en la distribución de alimentación española se ha visto frenada por las exigencias legislativas que deben cumplir los plásticos en contacto con alimentos. A pesar de esto, existe una legislación que permite el uso de plástico post-consumo y que en breve puede suponer una apertura a este tipo de productos.

Las bolsas de plástico oxo-degradables son bolsas de plástico convencional al que se aplica un aditivo para acelerar su descomposición. La repercusión en el precio final de este aditivo es mínima, pero actualmente no tienen una normativa de uso que las legitime como alternativa.

Las bolsas de rafia, fabricadas mayoritariamente a partir de polipropileno trenzado, son bolsas de gran tamaño, que por su resistencia y durabilidad garantizan su reutilización, pero al estar fabricadas con distintos tipos de materiales plásticos su reciclado es más complicado.

“Como conclusión, las alternativas que vemos en los supermercados son todas fabricadas con materiales plásticos, pero lo más importante es que los consumidores seamos conscientes de que cuando cogemos y utilizamos estas bolsas de la forma adecuada estamos contribuyendo a la conservación del medioambiente”, afirma Pedro Melgarejo.

Fuente:Interempresas.net

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